Así vivimos el Festival SOS 4.8 2014

festival-sos-48-2014El festival SOS 4.8 se afianza más que nunca en la capital murciana en su séptima edición gracias, en gran parte y como uno de los grandes reclamos, a la música electrónica. Los asistentes quemaron zapatilla durante sus dos jornadas con The Prodigy, The Bloody Beetroots, Pet Shop Boys o Phoenix, bandas de las que más seguidores congregaron, además de un renovado y elegante Damon Albarn, exlíder de Blur y Gorillaz. The Zombie Kids, asiduos a todo festival que se precie, no hicieron otra cosa que mandar dosis de buen rollo a base de las remezclas más audaces, sin faltar sus hits más sonados.

El viernes se intuía grande con The Prodigy. Y así fue. La transgresión y locura son los ingredientes que siempre te esperas viniendo de ellos, pero lo cierto es que la imaginación se suele quedar corta. Si acudir a un concierto de los ingleses significa poner en peligro tu integridad, muchos de los que estábamos allí éramos unos valientes (o unos inconscientes, según cómo se mire). Desde el minuto cero hasta pasar ampliamente la hora que duró el directo, la marea de gente abrazaba el cielo al ritmo de sus grandiosos temas, show que comenzó fuerte con Voodoo People. Durante el resto del repertorio incidieron en temas de sus primeros trabajos, sin faltar otros de su último material, Invaders Must Die. Breathe, Firestarter, Poison y Smack My Bitch Up fueron el frenesí de los allí presentes. No fallan.

Apuesto que más de uno perdió sus zapatillas entre la masa, una masa sin control ni censura en el baile. El suelo, bañado en cerveza, fue el más perjudicado, pisoteado con ímpetu. No les hace falta demostrar nada, pero directo tras directo afianzan su posición como uno de los mejores lives de la electrónica actual. Su brillante puesta en escena no decae, aunque para los menos fans no tuvo que ser muy plácido aguantar los empujones y la euforia incontenible de los festivaleros; en las primeras filas se libraría una batalla campal en toda regla. 20 años después, su fórmula de electrónica, rock y punk les sigue funcionando a la perfección. Pasa el tiempo, siguen manteniendo la pose descarada y robusta y continuamos recibiéndolos con entusiasmo. Acabaron con temas como Take Me To The Hospital (muy apropiado tras la hora y pico de infarto) o Hyperspeed. Indestructibles.

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Poco tiempo de margen tuvimos para reconfortarnos e hidratarnos. The Prodigy dejaba el escenario echando chispas a otros destacados de la escena electrónica: The Bloody Beetroots. A las 4.15 irrumpían con Rocksteady para seguir escuchando un repertorio acelerado, que dejaba con ganas de más. Una actuación más que notable sin altibajos importantes en intensidad pero desigual en palos musicales. Lo mismo pudimos escuchar electro que hilarante dubstep. Vinieron sobre todo a presentar su último material, Hide. Más que aceptables, en general, cubiertos de sus características máscaras. Irresistibles Cornelius y Warp 1.9., además de la versión de New Noise, de los suecos Refused. Un formato live que mezclaba teclados, batería y guitarrazos que nos mantuvo en pie hasta las 5.30 de la madrugada.

La segunda jornada comenzó llenando territorio apenas a las 9 con Damon Albarn. El exvocalista de Blur nos trajo una colección de canciones que combinaba su reciente primer disco en solitario, Everyday Robots, con otros de Blur y Gorillaz. Aunque el concierto, bastante tranquilo pero con carisma a raudales, no encajara demasiado con el formato de gran festival, la asistencia fue monumental. Resultó ser un espectáculo en el que no faltó la guitarra, el bajo, batería, órgano, organillo, Damon al piano en varias ocasiones, coro gospel y hasta a «Pharrell Williams» a la guitarra (el parecido era acojonante, creedme). El concierto terminó con una preciosa versión de Tender, momentazo apoyado por su simpático coro góspel.

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Tras escuchar (y admirar) a Sir Albarn, llenamos el estómago para continuar con Phoenix. Una sorpresa ver a los franceses en directo, llenos de energía, animación y con una colorida escenografía. Los visuales del escenario jugaban con los colores, que dibujaban sus delgadas siluetas. Comenzaron con Entertainment, el éxito de su más reciente disco, rompiendo el hielo con fuerza, resultando voluptuosos en la primera toma de contacto. Al final, Thomas se dejó llevar en volandas en las primeras filas. Los presentes celebraron con exaltación prácticamente todo el repertorio, subidos muchos a hombros para vislumbrar mejor el constante juego de luces (y porque luce mucho hacerlo en un concierto, claro). Una auténtica pista de baile en el que pudimos escuchar sus ritmos pop marca de la casa. Y de calidad.

Con Pet Shop Boys, la edad media del público aumentaba. El dúo es uno de esos grupos que tienes que ver alguna vez en la vida aunque no te guste en demasía, porque te acabará gustando, al menos en directo: un auténtico espectáculo. Neil Tennant y Chris Lowe, ataviados con su extravagante vestuario de rigor, irradiaban luz y color. Con la autoría de un repertorio confeccionado a lo largo de 3 décadas, mezclaron temas más actuales con otros como Suburbia, acabando con otros como la coreada Go West. Irresistibles a pesar de que su gira Electric no sea de las más grandilocuentes. Su música, la nostalgia, luces y muchos láser marcaron la diferencia de unos Pet Shop Boys míticos, quienes resultaron ser de lo mejor del festival, apuesto que hasta para los más escépticos.


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