Lana Del Rey – Ultraviolence

Lana del Rey vuelve con su esperado segundo trabajo Ultraviolence, y sí, vuelve de la mano de la nostalgia más sobada por la americana desde su debut en 2012 con Born To Die. Un disco que al escucharlo de una sentada juega indiscutiblemente en su contra, el cual reafirma la naturaleza deprimente de la joven Lizz, pero que al menos gana con las escuchas.

Confiaba encontrarme con un disco más variado, pero lo cierto es que sus factores comunes vuelven a ser la oscuridad y nostalgia, creando un ambiente excesivamente lento y homogéneo que llega a dar mucha pereza. Ha creado un hilo musical que no rompe apenas con su anterior material, aunque sí que se percibe cierta evolución en su producción, la cual ha ido en gran parte de la mano de la mitad de The Black Keys, Dan Auerbach.

Él ha conseguido que su delicadeza ya no sea tan fría con pinceladas rockeras y atmósferas más psicodélicas en, por ejemplo, West Coast, primer single que, personalmente, es el que más me gusta. También se pueden escuchar guitarras que rompen con la monotonía del disco en Shades Of Cool o Money Power Glory. En su caso, Ultraviolence marca la esencia de la diva, muy de Born To Die.

Lana, empecinada con tiempos pasados, nos transporta a los sesenta con la clasicona The Other Woman. Brooklyn Baby, último sencillo promocional y grabada en lo-fi (baja fidelidad), también nos trae una buena ración de melancolía que se combina con una controvertida letra; si en Born to Die ya nos contaba que su «pussy» le sabía a Coca Cola, ahora nos confiesa que se coloca con marihuana hidropónica. Eso explicaría muchas cosas. En general, sus letras están llenas de amor, tristeza, belleza, dinero; no es nuevo. Un ideario pintado una vez más en blanco y negro y colores saturados que confiesan a Lizz Grant en un álbum «oscuro», «destructivo» y «casi inescuchable», y no lo digo yo, lo dijo ella.

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Ella misma también lo definió como «cinematográfico y más espiritual», un conjunto de atributos más propios de un suicidio musical que una vez más le valdrán para ganarse las críticas de unos tantos y la alabanza de otros. Un disco personal que no todo el mundo entenderá, pero por esa misma razón le otorgo la valía de recrear su mundo y plasmarlo en una recopilación como Ultraviolence, que si su título alude a potencia y agresividad, lo cierto es que contrasta con sus cortes y ha resultado ser más sosegado de lo que esperaba, con una producción delicada e hipnótica que alcanza más celeridad en Florida Kilos, de su edición deluxe (Black Beauty, Is This Hapiness y Guns and Roses también son bonus track).

Sad Girl o la larguísima Cruel World, que abre el disco, dicen mucho de lo que quiere transmitir, formando parte de este tracklist de títulos bastante absurdos. En Fucked My Way Up To The Top (ejemplo de título absurdo) parece ser, según se ha comentado últimamente, que va dedicada a la debutante Lorde, afirmando que es una mera copia suya al hilo de las declaraciones que la de 17 años le dedicó señalándola de carecer de originalidad en su música. Juzguen ustedes mismos si hay una nueva Lana o es más de lo mismo.


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