Sziget Festival 2019, la isla bonita de la música y de la libertad

Érase una vez una isla en la que convivían con armonía la diversión, la libertad y la música. Parece un cuento, pero nada más lejos de la realidad; la magia fue el ingrediente principal del Sziget Festival de Budapest.

Durante siete días fue nuestra isla bonita, nuestra escapada veraniega y nuestras vacaciones en la playa. Una historia nacida en 1993 y que a día de hoy acoge a más de 500.000 “sziudadanos” de más de 100 países. Allí tuvimos la oportunidad de autodeterminar nuestra propia revolución cultural a través de todo tipo de artes… ¡incluido una gran carpa de circo!

El encuentro, que tuvo lugar del 7 al 13 de agosto, marca un antes y un después en toda vida festivalera. Una celebración (y revolución) de la música y del amor encabezada por Foo Fighters, Florence and The Machine, Post Malone, Ed Sheeran o, en la vertiente más electrónica, el joven Martin Garrix y Richie Hawtin.

Inclusión, tolerancia, paz y felicidad. Los mensajes de unidad se sucedían como un mantra durante todo el evento. Al caer las siete de la tarde, en el escenario principal podíamos presenciar “Love Revolution presents”, un espacio diario en el que se exponían razones para la esperanza mundial con discursos de todo tipo, como la de Jane Goodhall, una de las mujeres científicas de mayor impacto en el siglo XX y mensajera de la paz. Todo esto y los mensajes de salvaguarda medioambiental eran la tónica principal que, junto con música hasta el amanecer, nos dejaban adivinar todo lo que viviríamos estos siete días.

El primer día nuestro anfitrión fue escuchar a Michael Kiwanuka de fondo mientras nos instalábamos en el camping del festival. Menos es nada, así que… con las pilas e ilusión al 100%, fuimos de cabeza a bailar en la fiesta de Jain. Ya en caliente, fuimos al plato fuerte del día: Ed Sheeran. Abarrotado el main stage, la estrella pop más grande del planeta salía con su austero encanto (y escenario). Es un tipo que parece más propenso a darte una clase de literatura que de brillar en todo el mundo. Ostenta el cargo de ser el artista más taquillero de la historia, pero lo cierto es que poco se molesta en su puesta en escena: sin banda, solo su guitarra, voz y los pedales para sus “loops”, así que canciones como ‘Thinking Out Loud’ y ‘Bloodstream’ fueron la parte que más nos convenció dentro de su modesta escena y proyección visual. El calor del público estuvo bastante intacto todo el rato, quien lo alzó como el líder de este Sziget 2019. Pero para terminar la noche, quisimos acercarnos al show The Blaze, que ya pudimos ver semanas atrás en el BBK de Bilbao. Una puesta energizante, donde el dúo permanece enfrentado en escena con su electrónica dance como forma de arte. Ubicados en el segundo escenario, en una inmensa carpa, ese espacio se fue convirtiendo cada vez más especial día tras día a pesar de que la música y el insoportable calor humano fueron el tándem inseparable de este Mastercard Stage.

El jueves, 8 de agosto, y aprovechando que el cansancio aún no hacía mella, no nos perdimos la fiesta intempestiva (17.45) de Franz Ferdinand, quienes ofreció una clase magistral de farra y celebración de la música con un éxito tras otro. Unos nos apiñábamos en el bullicio y otros luchaban sobre los hombros de un colega. Un caos que se transformó en pista de baile una vez más. Y esto no hacía nada más que empezar.

Nos hacía especial ilusión ver a Richard Ashcroft en directo. El líder de The Verve salía al escenario con actitud y nosotros, preparados para corear el esperado “Bitter Sweet Symphony”. Este tema y muchos más hits memorables tienen a Ashcroft entregándose en solitario, pero con las espaldas bien cubiertas por su banda, mostrando en conjunto su potencia, sin achantarse ni un momento.

Un poco más tarde, CHVRCHES vino con su musculoso espectáculo. Años de gira han asegurado que por grande que sea el escenario, lo habitan plenamente con su grito de guerra. La acústica la obliga a competir con las líneas de los sintetizadores más graves, pero Lauren Mayberry siempre es una presencia brillante en medio del tumulto. 

El 9 de agosto fue para el jovencísimo Martin Garrix, quien congregó, con diferencia, a uno de los públicos más joven del Sziget. Una sesión llena de alegría y gratitud, solo apta para disfrutar y saltar entre la multitud. Ese día quisimos aprovechar lo variopinto del cartel y nos acercamos al escenario Afro-latin-reggae Village. Allí nos pegamos unos bailes al ritmo de una cumbia colombiana y acercarnos a un ritmo algo más celestial. Lástima que la vorágine de conciertos y decenas de actividades a veces ensombrezcan espacios en los que conviven compañías de danza, samba, clases de yoga, ballet de Senegal o talleres de Capoeira. Todo un lujo y una puesta en firme por la variedad y la conexión entre culturas. Tampoco queremos pasar por alto la calidad del escenario de tributos de Youtube por el que un día nos dejamos caer para revivir a Queen, no sin antes darnos una vuelta por la noria y la feria, en la que nos pegamos una buenas risas con un espectáculo de marionetas. Pocos momentos muertos quedaban: lo mismo nos cruzábamos con una charanga en el paseo principal que un dromedario de madera gigante.

La cuarta jornada vino con el jolgorio de Macklemore. Seguramente el show más divertido de la edición y con más devoción del público desde la primera hasta la última fila. Un bolo para dejar los problemas aparte y estar solo a favor del confeti, el baile y los trajes de Willy Wonka. Pero como la virtud está en equilibrio, más tarde se abrió paso The National, tornándose más austero el main stage, lleno de momentos sublimes. La emoción que Matt trae en cada letra ya es factor común en su setlist, y una vez más lo pudimos revivir. Pero no solo ellos iluminaron la segunda jornada del Sziget: James Blake hizo mucho por eso también. Es raro ver al inglés en festivales, por lo que verle en directo fue todo una suerte. Acompañado de sus dos históricos amigos, el productor más minimalista nos transportó a una experiencia llena de talento y genialidad. Sentado detrás de una serie de sintetizadores y teclados, y mirando de lado hacia sus dos músicos, la configuración fue tan íntima que parecía un espacio de ensayo. No faltaron temas como “Limit to your love” o el “Barefoot in the park”, que interpreta con Rosalía. El set termina con el electrizante ‘Retrograde’ y una tierna interpretación de ‘Don’t Miss It’. Estuvo claro por el volumen de los vítores de la multitud que fue un set para recordar. Y damos fe de ello.

Y para terminar esta noche con estilo, Richie Hawtin trajo su closer en vivo a Budapest. Rodeado de su mezclador, ofrece un set de techno que patea bien de principio a fin. El canadiense nos trajo el espectáculo al Sziget con una fórmula ultrapulida y visualmente exitosa, adaptada perfectamente a la noche.

Cuando los días ya empezaban a hacer mella, Years and Years salieron en el quinto día al escenario con su alegato de libertad sexual bañado en luces púrpuras; a veces festivos, a veces más dramáticos. Incluso elevaron a Olly en una plataforma con bailarines postrados a sus pies. No faltó de nada: fue una proyección escénica completa y dinámica, con su cantante pavoneándose y saltando durante casi todo el show. Poco más se podía pedir.

La banda cedió el puesto del main stage a Post Malone. Fue un concierto con un público de todas las edades y que poco pudimos saborear porque nos fuimos corriendo a la fiesta que se terciaba en el escenario Mastercad con Parcels y Jungle. Los primeros se encargaron de un buen guateque con su pasión por el disco, con cada miembro triunfante en la parte delantera del escenario. Allí bailamos (y sudamos) con pistas como “Tieduprightnow” y “Lightenup”.

Lejos de ser el tentempié de Jungle, los ingleses replicaron una discoteca de los años 70 en toda regla, con claras influencias de la época, sin pasar por alto la referencia de Daft punk con su “Overnight”, tema que entrega la destreza disco del dúo francés. Cogimos aire y media hora después retomamos la pista de baile con Jungle. Se apoderaron del escenario desde el primer minuto. Sus gráficos característicos colgaban por encima del set, brillando a través de una neblina roja. La banda de funk soul dio un espectáculo que combina el soul más tradicional con ritmos funk que hicieron que disfrutáramos del combo más fiestero de la noche, terminando con “Casio”, “Heavy california» o “Bussy earning”.

Los días no pasaban en balde, pero los grupos de las dos últimas jornadas (y algún que otro ibuprofeno) nos quitaron todos los males. Si bien el show Florence and the Machine nos pareció descafeinado al principio, el de Foo Fighters fue enérgico de principio a fin. La inglesa y su maquinaria volvieron a usar su momento para alzarse con su alegato de paz y amor. Además, dedicó “You got the love” a la comunidad LGBTQ húngara. Rozábamos los 37 grados y Florence fue como una brisa de verano con un set imponente para cerrar el sexto día, con su papel de super estrella bien asumido tras los 10 años desde aquel “Lungs”. Sin duda, una fuerza de la naturaleza que rebota en el escenario sin prejuicios.

Y al séptimo día, resucitamos con Foo Fighters. Pasaron lista a todos los temazos que podríamos imaginar en dos horas y media. No faltaron “All My Life”, “Learn To Fly” o “The Pretender”. También disfrutamos de unas cuantas sorpresas, como la de la hija de Dave Grohl a los coros y un padre lleno de orgullo presentándola en “The sky is a neighborhood”. No fue menos el lucimiento del batería, Taylor Hawkins, con una plataforma que lo elevaba en “Sunday rain”, o de cómo él mismo se intercambiaba los papeles con Dave para interpretar “Under pressure”, original de Freddie Mercury y David Bowie. ¡Eso sí que fue una sorpresa! Un festín musical entre amigos que terminó con un niño haciendo pompas de jabón junto a Hawkins y un chico en silla de ruedas acercado en volandas al escenario y cumpliendo, seguramente, el sueño de su vida.

Una jornada en la que se avistaba lluvia, pero solo se descargó el cielo cuando terminaron, al tocar el último acorde. Fue el milagro de Dave Grohl y esa banda que nos ha entregado unos de los conciertos con más matices y diversión del Sziget. Esperamos verles más veces. Y también volver al Sziget, ¡porque nosotros ya somos «sziudadanos»!


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