Solo la música se salvó en un desastroso Mad Cool 2018

Mad Cool 2018 se saldó con una gran apuesta musical, pero con una organización que dejó bastante que desear. Un festival que ambiciona a situarse como uno de los referentes internacionales de la música en directo no puede permitirse unas carencias organizativas como las que presentó en su nueva edición, con un cartel muy por encima del festival.

La organización llevaba meses mostrando con orgullo que habían vendido todas las entradas que pusieron en circulación, colgando el cartel de ‘sold out’ para su tercera edición, por lo que la gran afluencia de público no tuvo que pillarles por sorpresa. Pero no hay duda que Mad Cool se vio superado, y la organización demostró que no estaba preparada. Parecía haber previsto un festival para acoger a 20.000 personas, cuando eran 80.000 los asistentes que se iban a citar en el recinto.

Muy pocas barras y muy pocos baños, camareros inexpertos, una falta casi total de comunicación, información e indicaciones, y tampoco sirvió de mucho preguntar a trabajadores del festival, que no supieron responder a algunas dudas y que parecían desconocer su lugar de trabajo.

Con el sol azotando en Madrid, miles de personas se concentraron en los aledaños del espacio ‘Mad Cool’ para poder entrar al recinto durante alrededor de dos horas. El festival solo disponía de una única entrada, por la cual tenían que pasar los miles de asistentes del festival. Ante la gran demora, la gente terminó tomándose la justicia por su mano y quebrantando las vallas de seguridad, creando una situación de caos que por suerte no hubo ningún daño grave que lamentar. En ese momento, miles de personas entraron al festival sin ningún tipo de control ni registro.

El festival atribuyó a un error en el sistema de verificación de las pulseras el retraso y lentitud a la hora de acceder al recinto y, por consecuencia, la gran aglomeración que se originó. Y es posible que así fuera. Somos conscientes que a veces las cosas simplemente no salen bien, o hay errores que no se pueden evitar, pero un festival demuestra su capacidad cuando soluciona con solvencia las adversidades que se le presentan, y parece que Mad Cool no tenía ningún plan previsto ante la posibilidad de este fallo.

Los pocos efectivos de la Policía Municipal se vieron desbordados ante la situación, porque la falta de seguridad fue otra de las grandes deficiencias que presentó el festival, «somos solo seis», se puede escuchar en un audio recogido por El Mundo.

Pero, por suerte, el gran lineup maquilló el desastre de organización, la música brilló y nosotros comenzamos la jornada del jueves con la vuelta a los escenario de Tame Impala, quienes han reaparecido tras un año de ausencia. Había buenas expectativas, y las cumplieron: música brumosa y unos vitales sonidos que ya echábamos de menos. Su marca, basada en guitarras pop, fue perfecta para una noche calurosa y pegajosa como la madrileña. La energía de su frontman, Kevin Parker, barrió la multitud con hits como “Let It Happen” o “The Moment”.

Pearl Jam fue el plato fuerte de la noche. Su trayectoria nos deja recuerdos y un legado musical imborrable, y el Mad Cool fue partícipe del vigor que mantienen tras 25 años de éxitos. Memorable el momento en «Alive» cuando Eddie Vedder baja a la primera fila y, durante unos 10 segundos, abraza a uno de los allí presentes. Emocionante. Todos queríamos ser aquel muchacho.

Justice volvió a demostrar que es uno de los mejores grupos de música electrónica de la actulidad, su «Woman World Wide» llegó a Madrid para levantar a los asistentes con su colección de hits, no faltaron clásicos como «Stress» o su celebrado «We Are Your Friends» que hizo estallar en júbilo a los miles de asistentes que llenaron el escenario The Loop.

El viernes no quisimos que nos pillara el toro de las colas y entrar en tensión antes de tiempo, así que a las 6.30 ya estábamos disfrutando del show de Kevin Morby, el tentempié totalmente antagónico de la excentricidad que nos trajo At The Drive-In poco después. Los tejanos nos dejaron claro que siguen siendo brutales y sólidos en el escenario. No hay quien los pare, y su loca performance en el escenario nos pasmó. Chapó.

Continuamos la marcha festivalera y la luz nos guió hacía Jack White. Teníamos muchas ganas de verle junto a su banda y, tras dos discos en solitario, ha demostrado que sigue arrasando con su particular y arrolladora personalidad. El americano se movió entre el hard rock y el blues y mantuvo unos parámetros triunfales con temas como «Connected by love» o «High Ball Stepper». La traca final vino a cargo de «The hardest button to button» y el festejado (y previsible) himno de todos los tiempos, el «Seven nation army» de los extintos The White Stripes.

Un poco antes de finalizar el show de Jack White fuimos a deleitarnos con Sampha, allí estuvimos algo más de 30 minutos, suficientes para que el británico volviera a enamorarnos una vez más. En el escenario principal nos esperaban Arctic Monkeys. Lo que pudimos ver fue un show más relajado que sus anteriores discos, con diferentes matices, lo cual no nos pilló de sorpresa. Los valles menos eléctricos los trajeron los cortes de su último trabajo, Tranquility Base Hotel & Casino, el cual ya causó controversia por el cambio de estilo con respecto a sus discos anteriores, y que su puesta en escena también reflejaba esos bajones en el ánimo del público. Los temas se movían entre sus diez años de carrera, provocando subidones y bajones entre el público. Eso sí, AM, junto a Jack White, fue una de esas bandas que salvaron la cara a un Mad Cool de desatinos.

En esta segunda jornada, el cabreo llegó con la NO actuación de Massive Attack. Después de media hora de espera en el escenario del dúo británico, decidimos irnos a casa con el humo saliéndonos por las orejas. Peor suerte corrieron las miles de personas que no perdieron la esperanza de ver a Massive Attack y que, solo después de una hora el festival, les anunciaban que la actuación se había cancelado. ¿De verdad una hora sin tener ni un mínimo gesto o anuncio por parte del festival? ¿Tanto cuesta poner antes un cartel indicando “estamos intentando solucionar unos problemas técnicos, disculpad las molestias”?

La cancelación de Massive Attack se debió a que el sonido de la actuación de Franz Ferdinand se colaba en el escenario en el que iban a actuar, al menos eso explicaba el festival tras una hora de espera, algo que tampoco deja en muy buen lugar al festival. Y que al día siguiente intentaron maquillar en un comunicado junto a la banda.

Aún no había caído el sol cuando el plato fuerte de la noche del sábado ya asomaba. Queens Of The Stone Age aparecieron a las 21.35, y poco tardaron en exigir a la organización que abrieran la zona VIP de enfrente del escenario o, de lo contrario, pararían el show. Franz Ferdinand ya mostró su malestar el día anterior ante la misma situación. «Dejadles entrar porque vosotros estáis trabajando para mi esta noche”. Los americanos descargaron toda su artillería en un show revitalizante, por y para sus fans más que nunca. No faltaron «The Evil has landed», «Burn the witch», «Make it wit chu», éste último dedicado a Depeche Mode, que esperaban su turno en el otro escenario. Un show memorable para unos seguidores como nosotros.

Depeche Mode tiraron de temas de sus más recientes discos y los más pretéritos. No faltaron los himnos, para cerrar, de «Enjoy the silence» y «Just can’t get enough». Poco más hay que decir de un show más que mejorado a lo largo de 35 años de trayectoria y que sigue reuniendo a jóvenes y no tan jóvenes. Guitarra, sintetizadores y mucha devoción es lo que pudimos ver una vez más en la liturgia musical y descomunal de los ingleses.

Con Nine Inch Nails ya se acercaba el final de la tercera edición del Mad Cool. Tocaron una parte más revival y «viejuna», y otra más cargada de política. Poco pudo salir mal de un setlist apoteósico (sí, esa es la palabra) y que vino como una estampida de rock. Un viaje a otro mundo que bien lo colocamos entre nuestro top 10.

El fin lo selló Underworld con un recital por todo lo alto. Como si una rave se tratara, la banda cerró el festival como pocas veces he visto. Por supuesto, «Born Slippy» formó parte de un setlist no especialmente rompedor, pero más que adecuado para un fin de fiesta.


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